Hoy se habla de: I Don’t Know James Rolfe, de Unfolding Ideas ✦ Castlevania 64 a ojos de RagnarRox ✦ El manga de Battle Royale, porqué es problemático y porqué hoy no sería posible ✦ La historia de los juegos de strip mahjong ✦ Subcultura, noise y dónde estamos hoy ✦ Y una miscelánea final…
Hice lo que haría cualquier persona normal
Mucha gente se paraliza cuando se les plantea el escenario hipotético de si dispararían a Hitler de bebé si tuvieran la oportunidad. Y es normal. Es un bebé, por más que se vaya a convertir en un genocida que desarrollará una de las ideologías más aborrecibles de la historia, es terrible la idea de pegarle un tiro; pero esa es la clave de la pregunta. Si tuvieras una máquina del tiempo, ¿dispararías a Adolf Hitler en su cuna? Es decir, ¿serías capaz de autoinfringirte un mal terrible con tal de que caiga un mal mucho mayor sobre el mundo?
Cualquier persona que responda a esta pregunta con seguridad y muy rápidamente no me inspira confianza. Yo no sé si dispararía al Hitler bebé. No sólo porque sea un bebé, sino también porque es matar a una persona y por todo lo que eso implicaría de mí como persona, de todo lo que creo saber sobre mí y cómo moldearía lo que soy y creo saber de mí el resto de mi vida.
No es tan fácil apretar el gatillo cuando no se responde ante una imagen, sino ante una realidad. Es fácil la idea de matar a Hitler, el aborrecible dictador y genocida. Es más difícil hacerlo ante Adolf, el bebé que en el futuro será muchas cosas, pero ahora no es nada más que una inocente víctima de las circunstancias. Por eso desconfío de las personas que contestan muy rápidamente a la pregunta de si dispararían a Hitler de bebé, ya sea cuando se les pregunta explícitamente por ello o cuando se les pregunta, de forma retórica, cuando escriben (o hablan) sobre una persona que es fácil plantear como aborrecible. Porque cuando Folding Ideas hace un vídeo de más de una hora sobre James Rolfe, más conocido como Angry Video Game Nerd, lo primero que se hace evidente del mismo es que no entra animadamente a disparar a James, el bebé que en el futuro será muchas cosas, sin primero pensar y exponer muy detenidamente porqué le está disparando.
I Don’t Know James Rolfe es un vídeo de más de una hora diseccionando la vida y obra de Rolfe, pero siempre intentando empatizar con él. Nunca desprecia lo que hace sin intentar asumir su punto de vista, intentando ponerse en su lugar. Es por eso que Folding Ideas defiende que muchas de las críticas que se le han hecho a lo largo de los años son injustas, cuando no crueles. Pero también es mucho más brutal, precisamente por empatizar con él, en cuanto a lo que es. Exponiéndolo como una persona egocéntrica, completamente varado en la preadolescencia, lo define por su estupidez y su inutilidad como lo único por lo que se define de forma constante: como cineasta. Algo donde se demuestra, una y otra vez, como absolutamente incapaz.
Cada vez que Folding Ideas hace un esfuerzo por intentar entender el razonamiento por qué hace Rolfe lo que hace y cómo lo hace, siempre llega a la misma conclusión: tiene sentido, pero es la manera más aparatosa y absurda de hacerlo. Un estudiante de primero de carrera sabría y sabe hacerlo mejor. Pero también, gracias a que empatiza con él, encuentra la razón para eso: Rolfe existe en un constante estado de sobrecarga cognitiva donde incluso las soluciones más simples se le escapan.
Si esto parece una defensa, en realidad es todo lo contrario. Esa sobrecarga cognitiva no se da porque Rolfe tenga problemas de tiempo o dinero, como tenemos el común de los mortales, los tiene por su propia inutilidad. Como demuestra Folding Ideas hacia el final de su vídeo ensayo, el estudio de grabación de Rolfe es minúsculo. Y lo es por una evidente falta de planificación por parte del mismo. Esto lleva a que cualquier cosa que quiera hacer implique estar moviendo cosas de un lado para otro, sin nunca tener nada acomodado. No es atrevido decir que nunca sabrá donde están las cosas. Que tener más de dos personas grabando será una pesadilla. Y que todo eso va acumulando presión, creando una sobrecarga cognitiva que hace que tome peores decisiones, día a día, momento por momento.
No es sólo su estudio. También es hacer una película sin un foco claro. Ponerse a grabar un programa cuando debe ir a buscar a sus hijas a una hora a la que no llegará a terminar el vídeo o ir a recoger a las niñas. Pequeñas decisiones de planificación que nos ayudan a entenderle y empatizar con él y que en muchos casos nos hacen ser más indulgentes con él —las cuestiones familiares son siempre difíciles de cuadrar con el trabajo, se tenga o no el dinero, y las dificultades con la planificación son algo que no tienen nada que ver con ser una buena o mala persona—, pero otras hacen evidente que existen motivos para no tenerle simpatías por su labor.
Labor que recordemos es la de ser The Angry Video Game Nerd. Una persona que ha definido Youtube y su cultura a base de gritar delante de una cámara lo absolutamente miserable que es la experiencia de jugar a cualquier videojuego que ha caído en sus manos. Él, junto con CinemaSins, ha definido todo lo que es hoy el consumo cultural: gritar que todo es una mierda porque no está hecho para mi comodidad inmediata (The Angry Video Game Nerd) y gritar que todo es una mierda porque no está hecho para que lo entienda sin tener que pensar ni hacer ninguna clase de esfuerzo (CinemaSins). Es decir, Folding Ideas le dedica un esfuerzo y una empatía que el propio Rolfe jamás le ha dedicado públicamente a nada ni a nadie salvo a sí mismo. Algo que hace aún más excepcional a I Don't Know James Rolfe.
Además, este video ensayo tiene otra capa. Y es que Folding Ideas es de la misma generación que Rolfe. También fue a la escuela de cine. Aunque menos exitoso, también se gana la vida en Youtube. Algo que le persigue como un fantasma, mostrándose de manera absolutamente obsesiva a lo largo del vídeo.
¿Es un fraude? ¿Tiene derecho a enmendarle la plana a Rolfe? ¿Acaso él es un cineasta de verdad? Normalmente, los vídeos de Folding Ideas son extremadamente sobrios en su realización, pero este está trabajado hasta rozar la sobrerrealización. Hay momentos absolutamente brillantes, pero otros donde casi roza la parodia o el juego de estudiante de escuela de cine. ¿Es parodia? ¿Es en serio? ¿O acaso lo que pensemos de ello nos refleja a nosotros, más que a él mismo? No seré yo quien pretenda dictar sentencia aquí: a veces me ha irritado, a veces me ha parecido extraordinario, en ningún caso le hubiera pedido a Folding Ideas de cambiar nada de haber sido su productor.
Y no lo hubiera hecho porque toda la empatía que demuestra con Rolfe es empatía que dan ganas de devolverle. Incluso en sus puntos más peculiares, invita a escuchar, entender, e incluso si no llegamos a una conclusión clara, aceptar que existe una intención que se nos puede escapar. Por eso me parece tan destacable I Don't Know James Rolfe. Un vídeo ensayo que es arte, precisamente, porque da la sensación de que ante la pregunta de si dispararía a Adolf Hitler, o en este caso a James Rolfe, de bebé, contestaría: primero, entendamos las razones por las que tendríamos que dispararle y hasta qué punto somos todos culpables de esos crímenes.
Y después apretaría el gatillo.
Entre los crímenes de James Rolfe está haber generado la idea de que Castlevania 64 es un juego infame. Incluido haber esparcido la idea de que es un juego muy mal valorado por la crítica, lo cual es mentira: la crítica en su momento lo valoró muy bien, incluso por encima del hoy adorado Symphony of the Night. En el último par de años se ha empezado a reevaluar el juego críticamente, valorándolo de una manera más justa y sosegada, alejándose de la influencia de Rolf gracias al auge del video ensayo de larga duración. En este auge podemos encontrar a uno de mis creadores favoritos, RagnarRox, que ya lo hizo hace dos años con un vídeo absolutamente fabuloso donde explica porqué en realidad Castlevania 64 es un juego fantástico. Un vídeo imprescindible para cualquier amante del ensayo sosegado, inteligente y bien documentado.
Hoy no se podría publicar este manga
Releyendo el manga de Battle Royale me doy cuenta que hay ciertas épocas que son difíciles que regresen. Por ejemplo, el manga está muy lejos de tener los niveles de violencia o sexo que tenían hasta literalmente esa época. Un manga como Battle Royale no se podría hacer hoy. No por ninguna clase de censura woke o la piel fina de los demás, como les gusta gritar a la gente de derechas que no se paran a observar el mundo tal cual es1, sino por algo mucho más delicado: no existen los espacios donde es posible cultivar esta clase de ficción.
Battle Royale, el manga, es una versión mucho más violenta, sexual y descarnada que la novela o la película. Eso la hace también más singular. Cada una de las adaptaciones es interesante por lo que pone sobre la mesa, cómo enfoca una misma historia desde ópticas muy diferentes, y lo interesante del manga es cómo expande toda la historia poniendo muchísima mayor atención en personajes que son secundarios o incluso terciarios en la obra original. Algo que además, le permite hacer algo muy interesante: reflexionar sobre algunos temas realmente delicados que no podría hacer en otras circunstancias o de otra forma.
La gran ganadora de la adaptación es Mitsuko Souma. Aunque lo es de un modo tremendamente problemático: se explora en profundidad su carácter, pero nunca se nos deja de exponer como un objeto de deseo. Nunca deja de estar sexualizada2.
Souma es la antagonista secundaria de la historia. Es la chica más guapa y sexy del programa3, no tiene ningún problema en matar, seducir o engañar a quien sea y los flashbacks nos lo demuestran: aventuras que llevan al suicidio o la locura a hombres adultos ricos y poderosos, traiciones a amigas cercanas y una capacidad para salirse con la suya absolutamente sorprendente. Todo ello mientras se la retrata desnuda a la mínima oportunidad, cuando no directamente teniendo sexo.
Problemático como es todo ésto, Koushun Takami, el guionista, también introduce algo más en su historia: es víctima de abusos paternos. Todas sus acciones vienen determinadas de cómo ha aprendido a gestionar su vida a partir de lo que aprendió tras años de abusos sexuales por parte de su padre adoptivo y abusos físicos por parte de su madre. Para Souma, su valor es dependiente de lo dispuesta que esté a ser utilizada y cuánto sea capaz de quitarle a los demás antes de que la abandonen. Algo que está potenciado por el abandono que sufrió cuando era una niña a causa del tumultuoso divorcio de sus padres, no sabemos si por una turbia relación con la yakuza o con grupos extremistas antigubernamentales.
¿Cómo de problemática es la representación del trauma de Souma? Sí4. Pero a la vez, tiene momentos de extremo lirismo. Su aferrarse al único juguete que le dejó su padre biológico como un fetiche. Autopercibirse como la muñeca que le regaló su padre adoptivo antes de comenzar a abusar de ella. Replicar las relaciones de abuso no sólo en quienes quieren aprovecharse de ella, sino también en quien desea ayudarla, creando nuevas capas del trauma. Todo ello entre momentos menos sensibles de desnudos gratuitos y escenas de sexo que están ahí por el hecho del impacto que generan, como todos los panty shots del manga, pero que demuestran algo muy común en esta clase de obras que hoy llamaríamos edgy, que en su día simplemente eran entretenimiento para adultos: a veces la mejor forma de colar temer difíciles y complejos, con una perspectiva artística y experimental, es aprovechar que te están pagando para hacer algo que se percibe como de derribo.
Buena parte del cine pinku eiga se sostuvo sobre esta premisa. La cantidad de mangas y animes hiperviolentos o hipersexualizados que aplican esta estrategia resulta casi cómica. Directores tan importantes como Hisayasu Satô o Seijun Suzuki cimentaron el grueso de sus filmografías en esta premisa. Y eso ciñéndonos sólo a lo que ocurre en Japón.
Porque hoy no se podría hacer. No el manga de Battle Royale, menos aún Hunters’ Sense of Touch o Muscle de Satô, tampoco Gate of Flesh o Tokyo Drifter de Suzuki. De hecho, ¿David Lynch logró financiar sus últimas películas antes de morir? ¿Cuántos grandes creadores de videojuegos están rascando en kickstarters la posibilidad de hacer callbacks de sus anteriores obras, porque la posibilidad de hacer algo nuevo es directamente inviable? ¿Están encontrando todos los grandes escritores, mangakas, dibujantes de cómics y directores un espacio desde donde infiltrar sus obras artísticas disimulándolas como otra cosa aprovechando el dinero de editoriales, productores y otra gente con dinero por castigo? ¿O más bien vivimos en una era donde todo tiene que ser un éxito seguro, estar regurgitado y que exista la completa certeza de que no habrá quejas, que nadie se ofenderá, y cuando digo que nadie se ofenderá, digo que nadie mínimamente alienado a la derecha se ofenderá? No por ser de derechas, sino porque ahora el público debe ser: todos. El niño, la abuela, la madre, el padre, el tío, el perro y el pez. Algo que sólo es posible si tu público ideal es monolítico. Es decir, uniforme y conservador.
Necesitamos espacios donde se pueda crear lo que la sociedad concibe como basura. Obras para perturbados, psicópatas y personas que no están bien de la cabeza. Obras violentas, sexualizadas, cuyo valor está en entretener de la forma más burda posible al que las consume. Porque es ahí donde tiende a florecer el verdadero arte. Donde muchísimos artistas, la mayoría que no vienen de familias de postín, son capaces de crear y generar algo nuevo. Diferente. Y empujar los límites de lo aceptable en la sociedad. Porque si no dejamos espacio para que exista lo que no debería existir según los bien pensantes, esos mismos que se quejan «que ahora no se puede hablar de nada» mientras a la vez exigen censura de todo, existiremos en la sociedad que tenemos hoy: una sociedad limpia, sanitizada y cada vez más fascista.
El mahjong es un juego que no creo que muchos de quienes me lean sepan jugar. Su curva de entrada es muy alta y, aunque su techo es enorme, no es muy popular en países hispanoparlantes precisamente. De todos modos, la historia de los juegos de strip mahjong que hace Tsundoku Diving es extremadamente interesante por dos motivos: demostrarnos cómo existe toda una subcultura que no conocemos y cómo muchas veces de esas subculturas nacen las bases para lo que luego celebramos en la cultura oficial. Porque, por ejemplo, aquí aparece el nombre de Street Fighter para demostrar que si haces algo muy bueno y no vende, el secreto es añadir una chica ligera de ropa.
Como las cigarras
1.
A veces me gusta hacer espeleología. Empaparme de cosas que no necesariamente me van a descubrir nada nuevo, pero que tienen el potencial de tener una estética, una forma, una perspectiva, que me informe de otra época. A fin de cuentas, la universalidad de las cosas es muy cuestionable, especialmente cuando hablamos de temas sociales o culturales. Las perspectivas cambian, las tendencias caducan y lo que se aprecia o desprecia en un determinado momento es posible que se vea con cinismo o entusiasmo años después.
Hell Bento: Uncovering the Japanese Underground es la clase de documental que podría haberme cambiado la química cerebral de haberlo visto a principio de los 00s en Buzz. A día de hoy, se me hace evidente todas las cosas en que se queda corto: la mitad de su metraje es más convencional de lo que se vende, muchas de las personas que a mitad de los 95 eran underground hoy son bien conocidas (dentro de cierta apetencia subcultural) y su tratamiento general à la mondo es demasiado burdo para el público general y demasiado taimado para quienes esperamos algo más.
Eso no quita para que tenga momentos interesantes. Excepcionales. Ver a las The 5.6.7.8's en su vida diaria. Gente hablando de la espiritualidad de la web antes de que fuera un tema en la esfera anglosajona. Su perspectiva del género, el sexo, aun cuando infraexplotada, pero presente. Las reflexiones particulares de algunos individuos.
Pero también la estética. Hoy sería impensable una película como Hell Bento. Porque incluso si en su perspectiva mondo no se atreve a ir todo lo lejos que debería, si lo hace en todos los aspectos propios de los 90s. El uso del diseño gráfico por ordenadores, la intersección de fragmentos de Midori, la chica de las camelias, la inclusión de música punk, garage, noise. Incluido Masami Akita haciendo unas reflexiones, naïf, pero interesantes, sobre el BDSM y su condición sobre fotos y metraje de sus sesiones de sadomasoquismo, confieren al documental algo que hoy cuesta encontrar: textura.
2.
Esta semana he estado escuchando Pulse Demon. En formato físico. Para eso me ha hecho falta utilizar una videoconsola como reproductor de CDs, cuando podría simplemente haber enchufado el disco en Spotify —cosa que hice al mismo tiempo, para que se registre en mi last.fm, por puro completismo obsesivo—, porque es un disco que tiene una fisicalidad que no se corresponde al audio digital. Sólo es necesario ver su portada. Obsérvala. No hace falta que sea más de un par de segundos, pero no te límites a mirarla: obsérvala con atención.
Me gusta mirar las portadas de los discos mientras los escucho. Al menos durante un tiempo. Con Pulse Demon es imposible dejar de hacerlo porque se siente como si ambas cosas estuvieran interrelacionadas de una forma íntima y perfecta. Este disco de 1996, que me regaló en formato físico Paula en 2024, que debí escuchar por primera vez entre 2008 y 2010, tiene algo que va más allá de la propia música. Su ruido comienza desde el mismo instante que miras la portada. Incluso ahora, si estás viéndolo por el rabillo del ojo, estás atravesado por su mundo.
3.
Masami Akita está en Bluesky. Hasta donde sé, es la única red social en la que está. Además de poner mensajes promocionales, la mayoría de sus mensajes que no están relacionados con la música o con Merzbow están relacionados con pájaros. Fotos de pájaros, mayoritariamente.
Esto no debería extrañar a nadie que sea seguidor de su obra. Tiene trece discos dedicados a trece pájaros japoneses, 13 Japanese Birds, compuestos entre 2009 y 2010 y que él mismo considera como una de sus obras más interesantes. Para el oído inexperto, puede parecer una escucha no muy diferente a cualquier otro trabajo de Merzbow: ruido sin sentido. La realidad es que supone un cambio radical en el acercamiento hacia la música de Akita, volviendo al sonido analógico, existiendo una clara evolución y personalidad en cada uno de estos discos. Pero hace falta entender algo muy particular. Su música no trata de la melodía, trata de la textura.
Escuchar noise requiere disciplina y entendimiento; apreciación artística de un modo que va más allá de aceptar algo como bonito o agradable,: entender que algo es interesante por lo que hace fuera de los límites de lo convencional. Como el BDSM, que tanta curiosidad despertaba en Akita según declaraba en Hell Bento. Aunque eso podríamos decir de todo el underground. Pues nada más comenzar el documental decían que el underground, como las cigarras, sale de debajo de la tierra cada siete años y se deja oír, pero los ciclos son cada vez más rápidos y por eso la gente no está preparada para el mismo. Quizás ese sea el secreto. Quizás es hora de ocultarse.
Súper ultra hiper mega breves
Paula ha escrito una crítica de Lonely Mountains: Snow Riders en Eurogamer de las que dan envidia: esa clase de textos que te hacen sentir que has estado acompañándola jugando al juego una vez acabas de leer.
eurothug4000 nunca falla, pero su vídeo The Indies You Shouldn’t Have Slept On In 2024 incluye no sólo juegos que no conocía, sino 100 juegos que tener en el radar en 2025 — nadie os va a dar más en apenas 20 minutos.
GOG ha creado Dreamlist una iniciativa de conservación donde podemos votar que juegos queremos que conserven para que sean jugables en ordenadores modernos. Echa un ojo y como yo, vota por Resident Evil Code: Veronica X, The Operative: No One Lives Forever y Los Simpsons: Hit & Run.
Hablando de conservación, ¿quién está salvando la cultura que amas? Pues tú. O eso deberías estar haciendo, como dice Chris Person en este impresionante artículo de Aftermath.
Este vídeo de Paula trata de Dynasty Warriors Origins y también de algo más: de porqué deberíamos tener menos prejuicios. Y es excelente.
Y la semana que viene… aún está todo en el aire, así que aún tendremos que esperar para averiguarlo~
Eminentemente conservador, tendente al fascismo, mucho menos libre en muchos aspectos que hace 20 años y ellos siendo un ejemplo perfecto de cómo aquellos anclados en la adolescencia perpetua donde todo debe girar alrededor del ombligo propio siempre van a ser capaces de encontrar la manera de pensar que no, que no existe nadie más oprimido que ellos mientras patean a alguien en el suelo.
Doblemente problemático considerado que es una chica menor de edad. Por más que Masayuki Taguchi la dibuje mucho más adulta que al resto de sus compañeras.
Por contexto: Battle Royale trata de un Japón futuro fascista donde, una vez al año, una clase de secundaria del país es abandonada en un terreno durante tres días con órdenes de asesinarse entre sí. Esto es emitido por televisión en el programa de televisión con mayores audiencias del año y plena cooperación de todos los estratos de la sociedad.
También, ¿hasta qué punto se puede hacer de forma menos problemática? Si ignoramos la sexualización del personaje, que es parte del tema que desarrolla, seguiría siendo un tema delicado, difícil y complejo. Eso no significa que esté perfectamente llevado y con toda la delicadeza que debería. Significa que hay ciertos temas que siempre van a ser problemáticos y siempre van a ser difíciles de tratar. Y que tratarlos de la forma más sanitizada, blanca y pura posible no va a hacer que sean vistos como menos problemáticos por quienes quieren silenciarlos precisamente por eso: quieren que no se hablen de ellos de ningún modo.