Todo es político; incluso las catástrofes naturales
Esta semana es difícil no pensar en lo que está ocurriendo en Valencia1. Una DANA particularmente virulenta y una respuesta deficiente, prácticamente nula, por parte del gobierno de la comunidad autónoma ha hecho que toda una región esté viviendo una pesadilla. Con 1.900 desaparecidos, 200 fallecidos y 70 cuerpos localizados de los cuáles aún no se ha producido un levantamiento oficial en el momento de escribir estas líneas, resulta difícil no tener esto en mente todo el tiempo. Los muertos, las cifras, la consciencia de que se podría haber evitado. Y que podría volver a ocurrir.
Porque tras la catástrofe, llegan las consecuencias. Pero el problema reside en que muchas veces, quizás por el ánimo de querer ver las cosas de una forma más amable de lo que deberíamos, queremos correr un tupido velo sobre cosas importantes. Como por ejemplo, señalar dónde están los problemas.
Durante estos días, he visto una y otra vez comentarios sobre cómo ahora no es momento de señalar culpables. Y no sólo de parte de la gente más abierta o inconscientemente fascista. También de gente que aprecio, que se auto-define de izquierdas, y normalmente defiende ideas afines. ¿A qué se debe esto? El argumento es unánime al respecto entre todos los que lo dicen. Es hora de arrimar el hombro, ayudar y no hacer más daño aumentando la crispación. Politizando la catástrofe. Pero ese es el error. Toda catástrofe es por definición política.

Cuando ocurre una catástrofe, no importa que sea natural, cómo afecta a la sociedad siempre se define por las políticas que se han tomado a lo largo de los años. Cuanto más se haya hecho por proteger a todos los estratos de la sociedad, menos daño será capaz de infringir. Cuanto menos se haya hecho por ello, más daño hará. Es así de sencillo. Y teniendo en cuenta que el PP de Valencia, quien gobierna en la región, lleva años desmantelando no sólo todo el sistema de bienestar e ignorando cualquier clase de protección de los pueblos circundantes a la capital, sino que además ha ridiculizado de forma sistemática todos los sistemas de prevención contra catástrofes meteorológicas, está DANA es política. Porque el fascismo y sus medidas de desigualdad y negacionismo han provocado esto.
Pero eso no acaba aquí. También ocurre otra cosa. Vivimos en la era de la información, lo cual significa que estamos bombardeados de noticias a cada segundo. No cada día. A cada segundo. Cada ventana de oportunidad para cambiar las cosas es extremadamente limitada. Discutir los efectos de la DANA no puede esperar a que acaben los rescates y las reparaciones. Porque en menos de una semana, incluso esto, dejará de ser noticia.
¿Es triste? Es lamentable. Pero es la verdad. Como dijo Marshall McLuhan, somos lo que vemos. Si no criticamos aquí y ahora lo que está ocurriendo, lo que ocurrirá es lo que ocurre siempre: que se olvidará. Que se reescribirá el relato. De repente las cosas no serán tan importantes, o serán diferentes, o de repente quien es culpable será inocente. Porque ya está ocurriendo. Según el PP, el presidente de la Comunidad Valenciana no sólo no es culpable de todo lo ocurrido, sino que es un héroe que está trabajando mientras no paran de criticarle. Y eso no se soluciona dejando de criticarle. Se soluciona obligándole a asumir responsabilidades, sumando cada mínima pieza de contradicción que supone el sistema actual y no permitiéndole escapar con mentiras y el mero paso del tiempo.
De hecho, es muy fácil ver que esto es sistémico. Premeditado y consciente. Mientras se dice que no hay efectivos suficientes para las labores de rescate, la Guardia Civil graba vídeos de cómo arrestan a personas que están apropiándose de calzado de un centro comercial abandonado.
No llamaré robo a un acto donde el centro comercial no va a comercializar ya esa mercancía y el seguro va a cubrir su coste, a diferencia de lo que harán con las casas de miles de valencianos, en tanto muchísimas aseguradoras han decidido que una DANA es algo ya lo suficientemente usual como para que no lo cubra un seguro contra catástrofes naturales. Tampoco entraré en el juego de quienes, por convicciones fascistas o por un asentado prejuicio que les impide pararse a pensar un minuto, piensan que estamos hablando de saqueos. Porque lo que se ve en el vídeo no es un saqueo.
Si un hombre se va descalzo, con unas zapatillas y un par de calcetines de un centro comercial arrasado por la DANA, hay que partir de la mala fe, la ignorancia o la estupidez para pensar que está saqueando. ¿Por qué? Por algo muy sencillo: nadie se lleva sólo un par de zapatillas si sale a saquear. Tampoco se lleva un par de calcetines para acompañar. Y lo que si hace alguien que necesita calzado, cuando va descalzo, es esperar a secarse los pies antes de ponerse los calcetines y entonces, calzarse, a excepción de, parece ser, todos los que dicen que esto es un saqueo. Personas que al salir de la ducha o al entrar en casa empapados de una lluvia imprevista, lo primero que hacen es calzarse para tener una experiencia sensorial absolutamente horrorosa todo el día.
Si la Guardia Civil hace este vídeo y no otro, es porque no tienen otro vídeo. No tienen vídeos de horribles saqueadores creando el caos y siendo malvados, justificando su existencia, como a ellos les gustaría. Y esa es la cuestión. Si permitimos pasar esto, se implementaría la idea de la existencia de los saqueadores malvados y que las fuerzas del estado están mejor o bien haciendo el vago o bien ejerciendo su poder fascista; arrestando a gente que sólo intenta sobrevivir a lo que han provocado las políticas magufas y austericidas de sociópatas que están en política sólo por dinero, hacer daño a quienes no son de su género, etnia o clase social, o ambas.
Por eso, siempre que tengamos la energía y la entereza, es necesario denunciar las cosas según ocurren. Porque no es un problema puntual. Porque son problemas estructurales que nacen de ideologías corruptas, que, conscientemente o no, llevan a catástrofes cada vez peores.
No soy verdaderamente libre más que cuando todos lo seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad de otro, lejos de ser un límite o la negación de mi libertad, es al contrario su condición necesaria y su confirmación
Dios y el Estado, de Mijaíl Bakunin
Por eso es necesario denunciar todo lo que ocurre, nada más que ocurre. Porque toda lucha debe ser transversal. La lucha por los derechos de los obreros es la misma que la lucha por los derechos LGBTIQ+, por los derechos de las personas migrantes, por los derechos medioambientales y todas las demás luchas. ¿No quieres defender a una persona apropiándose de un par de zapatillas, porque crees en la propiedad privada y que algún día tú podrías estar en el lugar de Don Amancio, y que eso es más importante que las fuerzas del estado doblen el lomo cuando se les necesita ayudando a gente que lo ha perdido todo? Entonces tampoco te lamentes cuando tu jefe te acose en el trabajo y el tejido sindical no sea lo suficientemente fuerte como para evitarlo o hacer que pague por ello o cuando tengas que emigrar a otro país, te agredan por no ser nativo y la policía ignore tu denuncia.
Porque estas luchas, aunque pueden y deben tener también una perspectiva local, también deben ser internacionalistas. Precisamente, porque los derechos que se ganan en una parte se deben defender en todas partes.
Ahora ha ocurrido en Valencia, pero volverá a ocurrir. Sólo que no sabemos dónde. Y si no criticamos y exigimos consecuencias por lo ocurrido, aquí, y ahora, y nos organizamos y pensamos cómo hacer que las cosas sean diferentes, la próxima vez tampoco será mejor. Porque, además, no sabemos dónde ocurrirá la próxima vez. Esta vez ha sido en Valencia. Y si, después de todo esto, aún necesitas un revulsivo para concienciarte de porqué debe importante, es muy sencillo: la próxima vez puede ser en tu ciudad. Y si no haces algo, ahora, ya, no podrás hacer nada por evitarlo.
Las mejores portadas de Sega Saturn




Abolir el género (de la fantasía)
Si me preguntáis, es probable que os diga que no me gusta mucho la fantasía. Esto no es exactamente cierto. Lo que no me gusta es el género de la fantasía. Los escritores del género se han constreñido históricamente, ellos solos y sin ninguna necesidad, a convenciones que me aburren, no me interesan y de hecho, prefiero tener muy lejos de mí. No es sólo que copien a los grandes maestros o los mitos, creen un sistema absurdamente complejo de magia o de especies, y se den palmaditas en el hombro creyendo que saben escribir cuando hilvanar dos frases seguidas podría provocarles una embolia. Es que sus historias no se sienten fantasiosas.
Quiero decir, lo fantasioso es muy fácil de reconocer. Es aquello que se siente como que se escapa de nuestra realidad. Y cuando leo a la mayoría de escritores del género no siento que se escapen de nada. Al revés. Siento que están muy asentados en la realidad física de escribir novelas muy realistas en las que existe magia, especies inteligentes diferentes a los humanos y, generalmente, una comprensión problemática del medievo.
Pero esta semana he empezado Metaphor ReFantazio. Y se siente exactamente lo contrario a la clásica historia del género de fantasía. Se siente como un mundo que existe, tiene peso por sí mismo, y que existiría incluso si no estuviera jugando al juego.
Existen numerosas especies, cada una de ellas con sus propias características y posición en la sociedad y la historia del mundo. Existe magia, bien imbricada en el mundo, y asentada sobre unas leyes físicas inmutables. Hay todo un excelente trabajo de construcción de mundo que resulta refrescante, no necesariamente porque no haya elfos, orcos y medianos como las especies por defecto, sino porque todo rezuma realidad. No realismo. Sino que todo eso existe no por las matemáticas mentales de un escritor, sino porque es un mundo con su propia lógica y tensiones internas.
No he avanzado mucho para desarrollar más esta idea, pero me fascina cómo en Atlus han conseguido hacer que el juego se sienta, al menos de momento, como si estuvieras todo el tiempo descubriendo un mundo diferente al propio. Incluso cuando el juego asume las formas más propias de los Persona, con las transformaciones y los arquetipos, siempre lo es con los hilos y los colores propios de este particular mundo; son otras influencias, otra forma de abordarlo, haciendo que se sienta como una parte integral del mismo, incluso si es imposible no ver la conexión.
Metaphor ReFantazio es, al menos en sus primeras horas, todo lo deseo de una historia de fantasía. No que sea del género de fantasía, sino precisamente lo contrario: que utilice la fantasía como su motor para construir lo que quiere contar, haciendo del mundo una parte integral de la historia, sin plegarse a las convenciones de género. Algo que no encuentro mucho y que es fascinante haber encontrado aquí.
Al hablar de remakes mucha gente piensa que sólo existen dos posiciones: a favor o en contra. Por eso, cuando se encuentran las posiciones más complejas de quienes creemos que existen diferentes formas de abordar los remakes, se sienten confusos. ¿Por qué unos remakes sí o otros no? ¿Favoritismo? ¿Estupidez? ¿O es la vieja confiable de la hipocresía? La realidad es que los valores por los cuales se juzgan los remakes y su adecuación dependen de la persona, pero en mi caso, se pueden resumir en una sola frase: cómo de respetuoso es con la obra original. Tanto a la hora de hacer algo diferente, pero partiendo de su base esencial, como de reproducir exactamente lo mismo que ya había.
Paula ha hecho para el canal de Youtube de Eurogamer un vídeo excelente sobre remakes que empeoran el original que ha conseguido algo muy difícil de hacer: explicar qué hace bueno a un remake según su perspectiva (que comparto) mientras entretiene con una serie de buenos ejemplos de remakes menos que ideales. Un ejemplo perfecto de como el gran prestidigitador no es el que hace el truco más espectacular, sino el que consigue hacer ver fácil el truco más difícil.
No puede morir lo que vive en los corazones de la gente
Si Magic: The Gathering ha logrado mantenerse no sólo vivo, sino en buena forma durante más de 30 años es porque ha logrado ser un nicho en sí mismo. Como muy bien señalaba Joseju en su último vídeo, sobre juegos de cartas. El arte es espectacular, las mecánicas son profundas, el ámbito competitivo es fértil y con muchos niveles diferentes, su narrativa es fascinante y cada uno de estos aspectos acaba infiltrándose en todos los demás, de una u otra manera. Incluso cuando en Wizards of the Coast tienen más que serios problemas de comunicación interdepartamental y unos terribles bandazos a lo largo de los años.
En muchos sentidos, vivimos la mejor época para Magic: The Gathering. En otros tantos, vivimos la peor época de Magic: The Gathering. Y es imposible no reconocer que ambas cosas van de la mano. Porque tras los anuncios del pasado octubre en Las Vegas de lo que está por venir en 2025, lo que está claro es que Magic: The Gathering se dirige hacia su bancarrota creativa a la par que intenta elevar algunos de sus aspectos más importantes.
Resumiendo todo para quienes no estén al tanto, en Wizards of the Coast han decidido poner un mayor énfasis en estándar, un formato donde se juegan las colecciones publicadas durante los últimos tres años naturales, mientras refuerzan su interés en traer nuevos jugadores a través de Universe Beyond, colecciones donde toman IPs famosas de otras compañías —como Fallout, Warhammer 40.000 o El Señor de los Anillos— y las convierten en cartas. Siendo aquí el problema que han decidido que a partir de ahora estándar se conformará de seis colecciones, en vez de cuatro, siendo tres de la IP de Magic y tres de Universe Beyond.
Esto, para estándar como formato competitivo, puede ser algo beneficioso. Puede atraer más público y los jugadores competitivos que continúen en el juego, necesariamente habrán de centralizar su interés en estándar. El problema es que, incluso si el equipo de diseño y juego competitivo pueden estar entusiasmados con esta explicación (que lo están), hace falta obviar toda una miríada de problemas que trae esto para no preocuparse por la salud del juego.




Para empezar, denominar a Magic: The Gathering una IP entre IPs, que es lo que han hecho con la mayor proliferación de Unvierse Beyond, no hace sino reforzar la idea de que la narrativa de Magic: The Gathering no importa. Que una parte significativa de porqué la gente está implicada en el juego no es importante. Si a eso le sumamos que el CEO de Hasbro, Chris Cocks, ha declarado que el futuro del juego pasa sí o sí por la introducción de arte generado por IA, eso ya son dos elementos que saltan por la ventana de porqué Magic: The Gathering ha logrado cumplir los 30 años con una salud de hierro. Demostrando que quienes dan las órdenes actualmente en Wizards of the Coast, la compañía propietaria del juego, y en Hasbro, la compañía juguetera propietaria de Wizards of the Coast, no tienen ni la más remota idea de porqué funciona el juego.
Pero aún nos quedan las mecánicas profundas y un interesante tejido competitivo. ¿Eso se mantendrá? Pues resulta difícil de creer. La mayor profundidad mecánica que hemos visto en los últimos cinco años se lo han llevado colecciones de Universe Beyond, particularmente aquellas que han ido directas a productos de Commander. De igual modo, toda la cobertura del tejido competitivo tanto del mundial de Las Vegas como de las competiciones pasadas de los últimos cinco años han ido de lo negligente hasta lo lamentable. Lo cual hace pensar que poco futuro hay ahí también.
¿Pero y estándar? ¿No funcionará bien estándar? Con seis colecciones al año, mantenerse al día requerirá más dinero. También generará frustración entre muchos jugadores la obligación de jugar a un formato que no sólo no quieren jugar, sino que les obliga a gastar mucho más dinero que hasta ahora y que además, les obliga a jugar cartas de IPs que es probable que quizás ni les interesen y potencialmente incluso odien —de momento este año son Final Fantasy y Spider-Man, el de los cómics, dos IPs que difícilmente generarán animadversión, ¿pero cuánto tardarán en traer una colección que si tenga al menos una parte del público que la odie activamente?—, siendo, quizás, exigirles demasiado a medio y largo plazo. Si además le sumamos que introducir un público más casual significa competir con ellos por conseguir las cartas de su interés, eso significa un probable aumento general de los precios de las cartas, que puede llevar a una situación insostenible para el formato. Todo en nombre de devolverle el prestigio que tuvo una vez en el pasado y que perdió hace ya mucho.
Esto no significa que Magic: The Gathering vaya a morir. Ha sobrevivido a cosas terribles. Que se convierta en el Fortnite de los juegos de cartas y que salir de esa situación le vaya a resultar realmente difícil no significa que el juego esté al borde del precipicio. E incluso si llega a ocurrir, ocurre una cosa: Magic: The Gathering no es Wizards of the Coast. Es la comunidad que juega y disfruta en todas sus formas de Magic: The Gathering.




Si mañana cierra Wizards of the Coast y no produjera ni una sola carta más del juego no pasaría absolutamente nada. Tenemos treinta años de colecciones, de arte y de historias. Sería tremendamente sencillo que la comunidad, simplemente, decidiera continuar el trabajo desde donde lo han dejado. De hecho, no sería la primera en hacerlo. Ni siquiera de un juego de Wizards of the Coast. Es lo que ocurrió con Netrunner, un juego de cartas que, incluso tras que dejaran de producir cartas para el juego, la comunidad ha continuado creando colecciones para el mismo y manteniendo un tejido competitivo a través de una editorial sin ánimo de lucro, Null Signal Games.
¿Pero qué ocurriría con el arte de las cartas? ¿Qué ocurriría con la historia del juego? No es que haya pocos artistas y escritores, más que notables, incluso sobresalientes, que estén enamorados de Magic. ¿Cuántos estarían dispuestos a crear arte para el juego, si fuera para la comunidad? Probablemente más de los que imaginamos. Sólo hay que ver las redes sociales. AO3. La gente no para de crear arte. Ficción. Más aún de las cosas que aman. Y con un empujón en la dirección adecuada, veríamos más ficción y más arte de Magic: The Gathering, no menos, incluso si Wizards of the Coast decidiera abandonar el juego.
De hecho, es algo que vemos incluso ahora. Commander es el formato más popular, con diferencia, y fue creado por la comunidad. Gente crea colecciones enteras por diversión. Cubo es un formato donde se cogen cartas de cualquier colección y se juntan para crear una experiencia de draft —seleccionar cartas por turnos entre varios jugadores para crear mazos de esta forma— especialmente curada por el creador del cubo. Y si buscamos fanart o historias no-oficiales de Magic: The Gathering, encontraremos a patadas.




Magic: The Gathering es lo que es no por Wizards of the Coast, sino por lo que ha hecho la comunidad de él. Por supuesto, desde Wizards of the Coast han tenido grandes aciertos. Grandes aciertos que no han sabido capitalizar prácticamente nunca. Jamás hemos vuelto a Lorwyn. Nunca hemos visto ningún otro bloque tan increíble como Time Spiral. Introdujeron las cartas de campeón —la idea de que el campeón del mundo de cada año cree una carta junto con el equipo de diseño y el arte de la carta sea un personaje con su aspecto—, las quitaron durante años e incluso tras reintroducirlas, siguen reimprimiendo algunas de las antiguas... diciendo específicamente a los artistas que las cartas no deben parecerse a los campeones del mundo que representan.
Por eso, incluso si no me gusta nada la dirección que lleva el juego, no temo por el futuro de Magic: The Gathering. Porque existe más allá de Wizards. Más allá de Hasbro. Más allá de la voluntad de cualquier grupo reducido de personas. Es una creación de todos cuantos estamos involucrados en él y una demostración de cómo ningún órgano regidor puede nunca mandar sobre los designios de la comunidad. Y por eso sé que, ocurra lo que ocurra, Magic: The Gathering estará bien.
Desde aquí no puedo más que desear mis mejores deseos para toda la gente de Valencia que lea esto. Espero que pase pronto, pase de la manera menos lesiva posible y podáis pasar página. Y que espero que, al menos, el resto de la letter os sirva de distracción para la terrible situación que estáis viviendo.
Gracias Álvaro. He vuelto a repasar tu texto sobre lo que nos ha pasado en Valencia, y es de los que te atrapan el corazón. Gracias por expresarlo así de bien.