pensamientos☆alienígenas
¿Qué harías tú si tu padre fuera el rey de Todo el Cosmos y demostrara ser un absoluto irresponsable?
Incluso lo que acabará tiene un inicio
Hay que comenzar por algún sitio. Cuando decidí retomar la newsletter, fue a finales del año pasado. Ha pasado casi medio año desde entonces. Por un lado, la muerte de TinyLetter no ha ayudado. Tampoco el querer que fuera perfecto. Tener suficiente contenido para nutrirlo, asegurarme que no me aburriría, tener esa idea perfecta de lo que quiero que sea esto. Pero ha llegado un día que no he querido buscar excusas. Es más divertido si simplemente comenzamos.
Esta es mi manera de comenzar esta nueva newsletter. Se llama Extraterrestres entre nosotros y va a tratar de lo de siempre: un vistazo al interior de mi cabeza. Lo que me obsesiona, interesa y me reconcome en cada momento, con un toque más personal.
En esta iteración, además, quiero probar cosas diferentes. Jugar más con conceptos diferentes, no atarme tanto a los tiempos y quizás hasta probar a jugar un poco con la ficción. No sé que os parecerá, pero las bienvenidas que se alargar nunca son bien recibidas. Así que sigamos adelante. Bienvenidos (de nuevo) a la TinyLetter. Ahora se llama Extraterrestres entre nosotros. Y es en Substack. Pero sigue siendo la TinyLetter.
The question of a &
Estoy obsesionado con la puntuación. Con la forma, el ritmo, el proceso. Si alguna vez me lees y crees que me he dejado una coma, un punto o cualquier otra cosa, debes saber algo: es posible que se me haya ido la cabeza, pero es más probable que sea intencional. Hay una belleza particular en la forma. En quebrarla. Buscar sus límites. Jugar con unas reglas lo suficientemente flexibles como para hacer algo interesante con ello.
Eso también produce que me de rabia cuando veo un uso muy claro más interesante de la puntuación que aquel que se ha hecho. Por ejemplo Power, Corruption & Lies, el disco de New Order. Un disco que en mi cabeza se llama Power, Corruption, & Lies.
La Oxford Comma puede parecer que no aporta nada. ¿Para qué separar elementos que ya están separados entre sí? Pero la cuestión es que, quienes defendemos la oxford comma, aceptamos una realidad indiscutible: la puntuación demarca. Las palabras no (necesariamente). Al introducir esa coma antes del &, se está creando una pausa mayor. Se está dejando respirar a la lista. Son tres elementos, no un elemento y una carrerilla.
Poder - Corrupción - Mentiras.
No: Poder - Corrupción y mentiras
Además, crea una preciosa disonancia. ¿Qué hace ahí esa coma? Una coma antes de un et es agresivo. No tiene la misma fuerza que si fuera una y. Es claramente intencional. Llama la atención al ojo y nos hace pararnos y reflexionar. Cuenta una historia más compleja que si estuviera ausente, que si no fuera un ampersand. Impone su presencia; revela una capa de significado que no existía antes de ella.
Es menos naturalista. Se hace notar. Y es comprensible que para quienes la puntuación sólo es musicalidad, o ritmo y cadencia, o dios no lo quiera, simplemente reglas a seguir, ni siquiera se paren a pensar en la posibilidad de esa coma. Pero entre las muchas cosas que no puedo perdonarles a New Order, está el haber desaprovechado la oportunidad de hacer el mejor título de la historia de la música.
Como catalogar los sucesos de la casa más encantada del mundo
A veces el algoritmo, la maldición nacida de no entender que los seres humanos son algo más que la amalgama de una red de relaciones, me lanza a mi regazo tuits desconcertantes. Nos pasa a todos. Pero mientras desayuno, que es cuando suelo leer tuiter con más atención y cuando es menos probable que lo esté haciendo —suelo desayunar leyendo, pero un libro, o el ebook, algo; me resulta más fácil concentrarme en ese momento, probablemente, por la propia rutina que implica—, no es lo que me espero encontrar. Pero ahí encontré un tuit que me hizo discutir con un rival imaginario.
Yo no discuto en Twitter. Casi nunca. O lo intento. De verdad. Prefiero mantener un diálogo a solas en mi cabeza, o incluso en voz alta, arguyendo lo que pienso sobre lo que la gente dice sobre el tema. Es lo que hice con este tuit que no es que sea incendiario. Sólo me parece problemático. Me lo parece por la idea de que los videojuegos (y de paso, los cómics) deberían ser algo universal. Que no deberían dirigirse a nichos. Que deberían escapar de «esos minúsculos jardines recibiendo apenas agua suficiente». ¿Por qué? Porque están atados a la adolescencia. Algo que está llegando al cine, el cual aún puede escapar de ello, gracias a sus 70 años de historia.
Incluso obviando que el cine tiene 120 años de historia —lo siento, no estarías leyendo esto si no hubieras aceptado tácitamente que voy a ser picajoso con cosas sin realmente importancia para el argumento—, existe un problema de base en lo que dice. No existe condición biológica alguna en los fenómenos culturales. La adolescencia no es un momento temporal: es un fenómeno biológico codificado culturalmente. La biología hace su cosa y nosotros le damos un significado cultural. Pero he ahí la cuestión. Eso no ocurre con la cultura. Ni con nada que no sufra de procesos biológicos.
La humanidad en su conjunto no tiene adolescencia. Ni las civilizaciones. Tampoco las montañas o las sillas o las segundas ediciones de Doom (1993). No como entendemos adolescencia: una etapa de rebeldía donde aún no se es del todo independiente, ya no totalmente dependiente. De ahí que intentar hablar de adolescencia, o siquiera de atado a la adolescencia, es absurdo. El videojuego es otra cosa. Puede ser, por ejemplo, (cultura) basura. Algo que no aporta nada a la vida adulta. Que es exactamente lo que se quiere insinuar cuando se dice que algo está estancado en la adolescencia: que es algo que se debe superar.
¿Por qué? La pregunta clave es esa. ¿Por qué razón ciertas formas de cultura están atadas a la cultura adolescente, son (cultura) basura, y por tanto debemos abandonarlas, o como en este caso, hacerlas evolucionar hasta una forma aceptable de su propio ser? A veces la mejor forma de ver esto es acudir a las artes con quienes no ocurre esto. Porque si el cine está atado a un ideal de arte superior y sólo es muy reciente este ataque, es de suponer que antes no existirían perspectivas al respecto. Pero Pauline Kael ya en 1969 escribió Trash, Art, and the Movies, donde dijo que «las películas son gran arte en tan rara ocasión que, si no pudiéramos apreciar la gran basura, tendríamos muy pocas razones para estar interesados en ellas». Algo que nos hace entender que esto no es algo nuevo. Pero también, nos hace preguntarnos, ¿entonces cómo es posible que se diga que el cine no está atado a la cultura adolescente, y por extensión, no es (cultura) basura?
Parece ser que el tiempo borra la idea de lo que es aceptable y lo que no. Que lo que es basura para una persona es una joya para otra — que dos generaciones no tienen porqué estar de acuerdo en las cualidades de lo que dan forma al mundo. Pero eso, ¿no hace que carezcan de valor los valores de juicio sobre que es arte y lo que es basura? Si no estamos dispuestos a dar ese paso, y no me apetece ahora meterme en ese pozo porque la gente acaba siempre utilizando el relativismo cultural para justificar ser terribles personas, aún tenemos una salida fácil. Nos la ha dado Kael. Y no está tan lejos de los juicios sin valores absolutos. Existe gran arte como existe gran basura. Existen cosas que quizás no califiquen como arte elevado, pero tengan un valor intrínseco por sí mismo.
Incluso sin pretender ahondar en exceso, es fácil darse cuenta la cantidad de grandes artistas, que hacen gran arte, que aprecian la gran basura. Nicolas Winding Refn, Quentin Tarantino, Julia Ducournau, dentro del cine, es evidente que aprecian lo que muchos definirían como basura. Suda51, Hidetaka Miyazaki, Hideo Kojima, dentro del videojuego, pueden decir lo mismo. Y desde ciertas trincheras del academicismo y la crítica, todos estos autores tienen obras que pueden considerarse culturalmente basura. Por muy ofensiva que pueda sonar. Por muy poco que nos guste. Y probablemente, por muy poco de acuerdo que estará quienes tengan que hablar de ellos en unas décadas.
Para mi es tan fácil como no usar términos como alta y baja cultura o cultura basura. No hacer distinciones entre lo que es arte o no. Y desde luego, no clasificar todo en sistemas cerrados, ya sean biologicistas, historicistas, o de cualquier otra clase. Pero mientras desayunaba, comiendo una galleta, ese tuit me hizo pararme y discutir cinco minutos algo de lo que ya estaba convencido previamente. No me amargó el desayuno. Desde luego que no me hizo cambiar de opinión. Pero al menos, me ha servido para escribir este texto.
🚂🏠🚥
De vez en cuando descubro cosas tan puras que las palabras casi parecen escaparse a su bondad. Podría pasarme horas embobado disfrutándolas, sin siquiera procesar del todo la autenticidad de su existencia. Eso me ha pasado con Chitty Chitty Train, de PC98.
Ni siquiera voy a entrar en detalles. Es un juego de estética encantadora donde tenemos que manejar vías ferroviarias para que unos trenes lleguen a destino sin problema. Su música es pegadiza. Su arte es precioso. ¿Y su dificultad? Su dificultad fue forjada en lo más profundo de las simas del infierno. Y eso es lo que lo hace genial de ver. Disfrutar de este espectáculo de calidez mientras, quien grababa ese vídeo, estaba sufriendo de un evidente estrés intentando gestionarlo todo, generalmente, infructuosamente, tiene algo mágico.